En 1999, tras el accidente de Michael Schumacher en Silverstone y tras ganar su primer Gran Premio en el Albert Park de Melbourne, Irvine tomó las riendas de la escudería en su afán de intentar conseguir un título de pilotos que se resistía desde 1979. Con la ayuda de Mika Salo y el propio Schumacher llegó al último Gran Premio en Suzuka donde el finlandés Mika Hakkinen consiguió la victoria y el título de pilotos. Irvine tuvo que contentarse con el subcampeonato y el hecho de haber colaborado decisivamente a la obtención del mundial de constructores por parte de Ferrari, el primero desde 1983, además de los cuatro grandes premios que ganó aquella temporada.
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